jueves, 2 de marzo de 2017

El CONSCIENTE COLECTIVO


Dice el Filósofo Santiago Alba, que en estos tiempos de capitalismo y tecnología acelerada tratamos de huir de nuestros cuerpos, en una carrera imposible por abstraernos de la carne y convertirnos en puro verbo que habita en una realidad crecientemente virtual.
Somos el producto  de un nuevo “inconsciente colectivo”,  descarnado y progresivamente acelerado en su huida imposible de la carne y  la muerte;  Habitantes de un  imaginario global colonizado por el mercado capitalista, lo  que nos convierte en seres narcisistas, en puros consumidores, en  zombis incapaces de saciar su apetito, como bestias que tienen más hambre después de comer que antes,  presas del pánico ante el paso del tiempo y la decadencia del cuerpo.  
Así podríamos definir las regiones profundas  de lo que somos,  del homo-tecnológico- consumidor, allí donde se forman las pulsiones y miedos  que, como sabemos, influyen en nuestras decisiones conscientes; decisiones que  dan forma a las relaciones sociales, para conformar, al fin, el capitalismo (auto) destructivo donde habitamos.
Pero también es verdad, que esa influencia inconsciente del deseo y el miedo mercantilizados no es necesariamente  determinante de nuestros actos, pues podemos frenar nuestros apetitos, afrontar nuestros terrores, y reconsiderar nuestras acciones a la luz de sus consecuencias.
Sin embargo, no es una tarea que podamos afrontar a solas, pues  somos ante todo seres sociales: cuerpos interdependientes que reconstruimos, (actualizamos) día a día, nuestra percepción de la realidad en común con otras personas.
Por eso,  es más importante que nunca construir un “consciente colectivo”, que ponga coto al desenfreno capitalista que coloniza nuestros deseos y pulsiones más íntimas: separando a las personas en pos de una radical e ilusoria  independencia personal. Una independencia que no puede existir en el mundo real de los cuerpos interdependientes, pero sí en el mundo virtual  de objetos y pasiones trasformados en mercancía, un mundo donde pasamos cada vez más tiempo de nuestras vidas.
Ese “consciente colectivo” del que hablo debe empezar por reconstruir el pasado, para actuar (vivir) en el presente y tratar de prever (imaginar) el futuro de forma consciente,  pues el capitalismo nos hace vivir un futuro ilusorio, ser esclavos de un futuro que nunca llega.
Un “consciente colectivo” que debe ser también una conciencia colectiva. Es decir,  debe incluir un componente ético, un imperativo ético articulado en común desde la memoria.
En marzo de 1976 se dio algo de esto, se formó  una conciencia colectiva, una ilusión compartida, un actuar consciente  y común  en búsqueda de un futuro más justo, más humano, más solidario...
Recordarlo es fortalecer la memoria de ese “consciente colectivo” en construcción -que es también conciencia ética y social-  para oponernos a la corriente poderosa y subterránea del capitalismo, que oculta el mismo paso del tiempo  en su continuo consumir (consumirse)  mercancías entendidas como  abstracciones atemporales. Un flujo virtual  que ignora  las necesidades de los cuerpos y su interdependencia. A fin de cuentas,  la necesidad de cuidar de quien te cuida. 
Mañana tres de marzo, nos vemos en las calles, juntas.